texto y foto | Museo Nacional de Historia Natural
El hallazgo entrega información hasta ahora desconocida sobre la forma en que se reproducían estos enormes animales marinos prehistóricos.
Un importante hallazgo paleontológico realizó un equipo del cual formó parte David Rubilar, Jefe del Área de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), institución dependiente del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Se trata de un huevo de gran tamaño correspondiente a un enorme reptil de la era Mesozoica, desenterrado en un sector de la Isla Seymour, en la Antártica.
“Es un verdadero orgullo que uno de nuestros profesionales del Museo Nacional de Historia Natural integre el equipo que ha realizado este hallazgo, que fue consignado en las páginas de la prestigiosa revista científica Nature, y que a partir de ahora quedará resguardado en el museo y puesto a disposición de la comunidad científica para su estudio. Como Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, creo que es fundamental impulsar la investigación y conservación de nuestro patrimonio paleontológico, porque allí están también los orígenes y la historia de la vida sobre la Tierra”, dice la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés.
Todo comenzó en enero del año 2011, cuando Rubilar -junto con otros investigadores del MNHN y de la Universidad de Chile- visitaron esta zona del continente helado, en el marco de una expedición a cargo del Instituto Antártico Chileno (INACH). La isla Seymour es conocida por contar con gran cantidad de fósiles, lo que la hace una zona que genera un gran interés para la paleontología, además porque está bien definido el límite K/P, esto es, el momento en que termina la era Mesozoica (era de los dinosaurios) y comienza la Cenozoica (era de los mamíferos).
Tras algunos días recorriendo el área, David Rubilar y el paleontólogo Rodrigo Otero advirtieron una estructura laminar ubicada cerca de un curso de agua. Tras extraer esta estructura, notaron que tenía una forma que se asemejaba a la de una bolsa doblada, sin poder llegar a mayores conclusiones sobre lo encontrado. Posteriormente, consultaron con otros paleontólogos y geólogos presentes sin llegar a una conclusión. Tuvo que pasar casi una década antes de que se supiera sobre el origen de esta extraña estructura. Eran los restos de un huevo de un reptil marino gigante.
David Rubilar, Jefe del Área de Paleontología del MNHN afirma que «Este espécimen es el segundo huevo más grande en cualquier vertebrado extinto o viviente -superado sólo por el huevo gigante del «ave elefante» de Madagascar- mayor, incluso, que los huevos de dinosaurios no avianos. Su estructura es similar a aquel encontrado en reptiles lepidosaurios (los cuales ponen huevos no calcificados) y es consistente con la idea de que éste podría pertenecer a un gran mosasaurio, reptiles marinos cuyos huesos son muy abundantes en las rocas cretácicas de la Isla Seymour».
Un huevo fundamental
Este hallazgo es de enorme transcendencia en el ámbito de la Paleontología, y David Rubilar fundamenta esta importancia: «El huevo descubierto es similar en estructura a los actuales reptiles lepidosaurios, como lagartos, iguanas y serpientes. En las mismas rocas donde descubrimos este huevo se han descubierto abundantes restos de mosasaurios y plesiosaurios, ambos reptiles marinos de gran tamaño. Sin embargo, como el huevo eclosionó, es decir, al no tener embriones, no podemos asegurar a qué animal pertenece específicamente. Años antes describimos la presencia de un mosasaurio de enormes dimensiones al que denominamos Kaikaifulu hervei, el cual debió medir aproximadamente unos 10 metros de longitud. No sería extraño que este huevo perteneciera a un mosasaurio de gran tamaño, como éste».
La relevancia de este descubrimiento queda graficada en el hecho de que fue publicado en la prestigiosa revista Nature ya que es el primer huevo de un reptil marino gigante de la era Mesozoica. Es el tercer fósil chileno en ser descrito en esta revista y depositado en el Área Paleontología del MNHN. Además, David Rubilar apunta que los mosasaurios y plesiosaurios eran muy abundantes en el periodo Cretácico, con fósiles que se han desenterrado en varios puntos del planeta (se pueden observar dos calcos de esqueletos, de estos fantásticos animales, en el Salón de Acceso del MNHN). Aun así, poco se sabe de su biología reproductiva. Por ejemplo, hasta antes de hallazgo se asumía que los grandes reptiles marinos mesozoicos, como mosasaurios y plesiosaurios parían crías vivas. Este hallazgo echa luces precisamente sobre este proceso, en específico sobre cómo los grandes reptiles marinos del pasado ponían huevos. Antarcticoolithus bradyi, cuyo nombre significa «huevo de piedra Antártico tardío», indica dónde fue encontrado y los aproximadamente 160 años entre la descripción del primer huevo mesozoico y el hallazgo de este espécimen. Sus dimensiones son: 29 x 20 centímetros de largo y ancho preservado. No tiene restos embrionarios en su interior.